Importada del monasterio de Cluny en el siglo XVI, la elaboración del encaje de bolillos ha desarrollado formas de fantasía sugeridas por la naturaleza del Valle de Cogne
La elaboración del encaje de bolillos —que ya es parte de la tradición del pueblo de Cogne— fue importada en el siglo XVI por unas monjas benedictinas que se establecieron en Valle d'Aosta tras huir del monasterio de Cluny. Las vecinas de Cogne aprendieron el punto básico de cruce de bolillos y utilizaron el encaje para decorar su traje tradicional.
A pesar de que la técnica del encaje es de importación, los diversos puntos son de origen local; están relacionados al paisaje y a la fauna: “teppa cleire” (tierra clara), “joue de perni” (ojos de perdiz), “pavioula” (mariposa)... Los diseños, hechos de memoria sin un esquema preciso, nacen de la fantasía de las encajeras y se transmiten de madres a hijas.
Los encajes se hacen con hilo de lino y tienen el color natural del lino en bruto o blanqueado. La anchura del encaje varía según el número de bolillos empleados: cuantos más se usen, más ancho y preciado es el encaje.
Cogne mantiene viva la tradición de los encajes de bolillos gracias al trabajo de la cooperativa "Les Dentellières", que agrupa a decenas de encajeras y que cada año produce una buena cantidad de este valiosísimo encaje.