La arquitectura rural del Valle de Aosta habla de antiguas tradiciones y de una atención al medio ambiente.
Caseríos, pueblos y puentes antiguos hacen que el paisaje sea único.
La pendiente es una restricción importante en el entorno montañoso y también es una parte esencial del paisaje y de la arquitectura rural. El Valle de Aosta forma parte de un espacio cultural que aprovecha la pendiente para desplazarse exteriormente de un piso a otro de una casa.
La construcción de casas rurales ha estado influenciada por las costumbres locales y esto cambió los diseños con el tiempo y "personalizó" las especificaciones arquitectónicas en los distintos valles laterales.
En la Baja Edad Media, los pueblos hacían un uso común de edificios vinculados a diferentes funciones. Estos módulos elementales a menudo se fusionaban entre sí para convertirse posteriormente en grandes edificios que combinaban el uso familiar colectivo bajo un único gran tejado a dos aguas cubierto de pizarra.
En el pasado, la autosuficiencia y el comercio de algunos excedentes de alimentos (queso, castañas y vino) determinaban el ritmo de la vida rural, marcada por movimientos estacionales en las laderas. La combinación de “pan y leche” jugó un papel fundamental; de ahí la importancia de las construcciones vinculadas al cultivo de cereales, hoy casi completamente olvidado: los graneros encontrados esporádicamente por toda la comarca son prueba de ello.
El uso de la madera para la construcción está ligado a la historia local del pueblo y varía según la altitud, la artesanía local y los períodos de construcción. En cambio, el uso de la piedra está vinculado a la propiedad del suelo y al ejercicio estacional de la albañilería por parte de los hombres del bajo valle del Lys. Estos maestros albañiles participaron en la difusión de modelos arquitectónicos y sus obras marcaron literalmente la arquitectura del Valle de Aosta, especialmente a partir del siglo XIX.