Exhibición y venta de encajes hechos a mano según una antigua tradición.

La historia de los preciosos y refinados encajes de Cogne comienza en el año 1665. En aquélla época, algunas monjas benedictinas se refugiaron en el Valle de Aosta tras huir del monasterio de Cluny. Las religiosas, refugiadas en algunos municipios del Valle, enseñaron a las lugareñas el arte del encaje de bolillos. A lo largo de los siglos, la confección de encajes de bolillo en Cogne se transmitió de madre a hija exclusivamente mediante la enseñanza y la experiencia directa, a diferencia de las manufacturas francesas y belgas análogas, que se valían de patrones con diversos dibujos.

Conservado milagrosamente hasta nuestros días, a pesar de esta frágil vía de perpetuación o precisamente gracias a ella, el arte del encaje de bolillos da fe del tenaz apego de las gentes del Valle de Aosta a la tradición.

Los habilidosos dedos femeninos entrecruzan los hilos para crear motivos con el velocísimo juego de los bolillos sobre el cojín circular (el “coessein”, relleno de paja y lana, sostenido por el peculiar “cavalot”, un mueble de madera tallado con el clásico motivo del rosetón, el monograma de Cristo y el año de fabricación, además del nombre de la primera propietaria). El bordado en lienzo de lino se realiza utilizando numerosos bolillos.
Sobre el cojín, en el que el trabajo se sujeta con alfileres de cabeza multicolor, nacen increíbles estilizaciones de animales, flores, etc…

Hoy en Cogne, 40 mujeres que trabajan en cooperativa, producen alrededor de 1.500 metros de precioso encaje cada año.