El barón Luigi Beck-Peccoz, descendiente de una noble familia “walser”, dispuso en su testamento, fechado el 11 de febrero de 1882 en Augsburgo, que su colección de trofeos fuese trasladada a Gressoney y depositada en un edificio especialmente construido para ella al que destinó un importante capital. Sus hermanos Antonio y Carlo, ejecutores de su testamento, hicieron construir a principios del siglo XX el museo en Gressoney-Saint-Jean, en la localidad de Predeloasch, a pocos metros de Villa Margherita.
En el interior del palacete, en salas decoradas con frescos de estilo alemán, Egon Beck-Peccoz, hijo de Antonio, reunió y expuso la rara y bien nutrida colección de trofeos de caza, armas antiguas y otros preciosos recuerdos de familia, como retratos, cuadros, libros y publicaciones sobre la fauna y la flora alpinas. El edificio y sus colecciones de trofeos y armas fueron adquiridos por el gobierno regional del Valle de Aosta en 1986.
El Cuerpo Forestal Valdostano, encargado de la remodelación del edificio, proyectó y realizó un nuevo diseño museográfico pensado para conservar y preservar las colecciones históricas.
La planta baja, que originalmente hacía las veces de residencia, ha sido restaurada y funciona como sede de exposiciones. La nueva remodelación, integrada en un entorno arquitectónico centroeuropeo, ha sido realizada según criterios expositivos orientados a ilustrar los principales aspectos científicos de la fauna local.

La colección de trofeos de caza
Johann Christoph Beck (1749-1818), que pertenecía a una estirpe de amantes de la caza, se quedó impresionado ante la variedad de cuernos y puntas que pudo observar durante sus viajes más allá de los Alpes, primero mientras realizaba sus tratos comerciales y después como responsable de una sección de aprovisionamiento del ejército de Napoleón. Por ello, siempre que se le presentaba la ocasión, compraba los trofeos de caza que, en su opinión, poseían características particulares, reflejo inconsciente de la tendencia ilustrada de aquel tiempo de recoger y catalogar las anomalías de la naturaleza. A él se debe el primer y más antiguo núcleo de la colección.
Después, su hijo Joseph Anton (1808-1882) completó con magnificencia la colección, estimulado por la moda de la época entre las familias bávaras, que adornaban sus palacios con extraordinarios trofeos de caza, una especie de competición de la que él fue el triunfador; por este motivo, el rey Luis I de Baviera, al otorgarle el título nobiliario, le permitió incluir en el escudo familiar un ciervo, que el rey Carlo Alberto sustituiría por una cabra montesa en el momento del reconocimiento del título en el Reino de Piamonte.
Después, la colección fue trasladada de Augsburgo al pueblo de origen, Gressoney-Saint-Jean, y expuesta solo en parte (por motivos de espacio) en la casa de la plaza de abajo, después bautizada con el nombre de Umberto I. Sus hijos Luigi, Antonio y Carlo construyeron en 1904 el palacete actual. La colección, de unas 2.000 piezas (cuernos y puntas montados en escudos), incluye gamuzas, cabras montesas, ciervos, corzos y varios trofeos de fauna salvaje autóctona y exótica. Resultan de particular interés los ejemplares de corzo siberiano (Capreolus pygargus) y el cruce entre cabra y cabra montesa. La calidad de los trofeos y los interesantes ejemplos de malformaciones óseas de varios tipos otorgan a la colección una relevante importancia histórica y científica.

La colección de armas
En el primer piso del museo hay una armería pequeña pero muy interesante. En las vitrinas originales está expuesta una colección de armas largas, cortas, de tiro y militares que comprende 90 piezas.
Resultan particularmente interesantes las armas largas de caza con avancarga y retrocarga. Se trata principalmente de armas combinadas: bala y balines, “billing” (dos cañones superpuestos), “drilling” (dos cañones de escopeta y uno de rifle) y cañones superpuestos. Los fusiles de caza expuestos están dotados de sofisticados mecanismos; tienen los cañones de fino damasco y la madera de la culata en raíz de nogal. Las básculas y las placas están finamente grabadas con temas de caza. Estos fusiles, que nos han llegado en excelentes condiciones, son piezas únicas con las que los barones Beck-Peccoz realizaron sus cacerías en el período comprendido entre comienzos del siglo XIX y comienzos del siglo XX.