El museo se encuentra en la capilla del cementerio de Antagnod (finales del siglo XV), cerca de la iglesia parroquial de San Martín.
En la capilla, que servía de sede a distintas cofradías existentes en la parroquia, había un lienzo perteneciente a la confraternidad de la Santísima Trinidad, hoy expuesto en la cercana iglesia parroquial.
Sobre la fachada de la capilla del cementerio hay una estatua de la Virgen del Rosario y una gran cruz con símbolos de los instrumentos de tortura empleados en la pasión de Jesús.

Obras expuestas:

- Altar de la capilla (mediados del siglo XVII), que reproduce la figura de un edificio eclesiástico, obra de un escultor valsesiano.

- Varias estatuas de la Virgen, de santos y de ángeles.

- Pares de bustos relicarios (siglo XVIII) de madera tallada, pintados y dorados.

- Algunas casullas (paramentos para la celebración de la Santa Misa).

- Varias cruces de procesión (montadas sobre un asta de madera para encabezar las procesiones).

- Varios objetos de uso litúrgico (cálices, ostensorios, cartaglorias).

- Imagen de la “Virgen de Barmasc” en cartón pintado.

En la iglesia parroquial de Antagnod se halló una Virgen de Oropa (Virgen Negra), debajo de cuyos restos se ocultaba una Vierge ouvrante (Madonna con ataúd) de la segunda mitad del siglo XIV. El negro de la piel y el vestido blanco y dorado de Notre-Dame de Antagnod celaban la verdadera entidad de la estatua de madera: una Virgen-cofre, la única hallada en el Valle de Aosta, que se abre y en su interior contiene una Trinidad. Notre-Dame de Antagnod, que en los documentos antiguos se define como “milagrosa”, revela en su interior un Dios Padre que sostiene un crucifijo con los brazos en alto sobre la cabeza, y la crudeza de la sangre pintada sobre el cuerpo agonizante. Sobre las puertitas abiertas, dos ángeles sostienen el Evangelio y se inclinan ante la Trinidad. La hipótesis de que la estatua fue venerada como milagrosa se confirma en algunas fuentes que narran que Jeanne Boch llevó a su niño, que nació muerto, para pedir que se le abrieran las puertas del Paraíso. Lo confesó ella misma en el proceso de brujería de 1561. En todo el mundo hay sólo unas cuarenta Vierges ouvrantes que sobrevivieron a la condena eclesiástica de 1745, debida a razones teológicas (en la Virgen María se encarnó sólo Cristo, y no toda la Trinidad).