Nada más pasar el puente del arroyo Buthier, en la carretera que llevaba a la monumental Porta Praetoria, la principal vía de acceso a la ciudad romana, se alza el arco honorífico dedicado al emperador Augusto.
Se trataba de un elocuente signo de la presencia y el poder de Roma, que, en el 25 a.C., había derrotado definitivamente a los salasos y fundado la nueva colonia.
El arco, que se caracteriza por su imponente solemnidad, típica de la arquitectura tardorrepublicana, cuenta con un solo pasadizo de medio punto de 8,29 metros de ancho, al igual que la calzada que lo atravesaba. Las pilastras que lo rodean presentan en sus cuatro esquinas semicolumnas de basa ática coronadas por capiteles corintios, las mismas que dividen las fachadas y los laterales. Originalmente, estas superficies contaban con relieves que probablemente representaban trofeos, colocados en las cuatro hornacinas de la fachada. Un entablamento dórico con triglifos y metopas cierra por arriba lo que queda del monumento, que perdió ya hace siglos el ático en el que estaba fijada, con letras de bronce, la inscripción dedicatoria. En la Edad Media, el arco era conocido como “Saint-Vout” debido a una imagen del Salvator que había sido colocada en él; posteriormente, la imagen fue sustituida por el Crucifijo. En 1716, el Conseil des Commis decidió proteger el monumento de las filtraciones de agua recubriéndolo con un techo de pizarra. El arco fue restaurado definitivamente en los años 1912-1913; unas excavaciones en las proximidades realizadas a comienzos del siglo XX sacaron a la luz dos grandes letras de bronce dorado que, con toda probabilidad, pertenecían a la inscripción dedicatoria.