Ru du pan perdu
Arquitectura - Antey-Saint-AndréAntiguo acueducto, situado más arriba de la pedanía de Navillod, al que se puede llegar desde la pedanía de Grand Moulin por el sendero nº 105.
Antiguo acueducto, situado más arriba de la pedanía de Navillod, al que se puede llegar desde la pedanía de Grand Moulin por el sendero nº 105.
La iglesia está dedicada a San Andrés y es de mediados del siglo XV; originariamente tenía una sola nave; las dos laterales se añadieron en el siglo XVII. La torre del campanario surge aislada, a los pies del acceso a la iglesia. La tradición la identifica con el donjon (torre) de una casafuerte citada en documentos del siglo XV.
Son dignos de notar el portal de piedra trabajada y la puerta de nogal, realizada con paneles tallados “con punta de diamante” y otras decoraciones de estilo barroco.
En este museo se ha reconstruido el estilo de vida de antaño, cuando se aprovechaba el calor de los animales para calentar el ambiente en el que se vivía.
Se pasa de la parte dedicada a la cocina, donde una madre y su hija se dedican a las tareas de la casa, al establo, donde el padre y su hijo se ocupan de los animales, entre los cuales el ternerillo, la oveja, el cordero, la cabra, la gallina y el conejo.
También es posible ver los aperos agrícolas que se usaban antiguamente y que con el tiempo han sido sustituidos por objetos cada vez más avanzados tecnológicamente.
Los molinos de La Magdeleine conservan todavía hoy una gran fascinación que hace evocar los tiempos pasados, en los que el molino era el centro de la civilización campesina.
En las pedanías de Brengon, Clou y Messelod, alineados junto a un pequeño curso de agua que recoge las aguas de varios manantiales situados bajo las pendientes del Monte Tantané, se encuentran nada menos que ocho molinos de los cuales han sido remodelados siete; tres de ellos, después de muchos años, todavía son capaces de moler los cereales, cultivados en las soleadas pendientes de las formaciones que rodean el pueblo.
Los orígenes de estas construcciones se pierden en los siglos, pero cuentan con una cierta antigüedad, al igual que los primeros asentamientos humanos en la ubicación actual del municipio de La Magdeleine.
La importancia de los molinos en la economía rural de aquel tiempo se ve ratificada también por el hecho de que muy a menudo, junto con la propiedad de un campo o de una porción de terreno, se transfería también el derecho a utilizar un determinado molino durante un período de tiempo.
La singularidad de los molinos consiste también en el hecho de que están distribuidos “en cadena”, con el fin de aprovechar al máximo la poca agua disponible; esto, obviamente, condicionó también la “tecnología” utilizada: se trata de molinos de rueda hidráulica horizontal, con toma directa desde las muelas, esto es, sin utilizar engranajes o mecanismos.
Además, con el fin de utilizar el agua de la forma más racional posible, era imprescindible que la actividad se realizase casi al mismo tiempo en los ocho molinos: con este método, el resultado era que la capacidad de trabajo del agua prácticamente se multiplicaba por ocho. Así, se establecieron reglamentos muy precisos de uso de los molinos que regulaban tanto las modalidades y tiempos de funcionamiento como los derechos de uso de cada participante o propietario.
Según la costumbre, también los molinos de La Magdeleine tenían nombres derivados de su localización, de sus propietarios o de la familia que los había construido. Los nombres de los molinos, que han podido ser recuperados gracias a los recuerdos de los ancianos del pueblo, son los siguientes (desde el molino más alto): moulin hatu, moulin d’Arfonse, moulin di Tonne, moulin di Chioset, moulin de la Place, moulin di Mule y moulin di Messelou.
Durante el verano están abiertos los primeros tres molinos para descubrir con visitas gratuitas. Para grupos y grupos escolares es posible organizar visitas guiadas, contactar con los guías turísticos calificados del Valle de Aosta incluidos en las "listas regionales" .
El territorio conocido con el nombre de Petit-Monde incluye los dos pueblos de Triatel y Étirol, que han mantenido el aspecto típico del paisaje habitado de montaña. En el pueblo de Triatel hay un interesante museo etnográfico ubicado en edificios de la tradición arquitectónica rural.
Un “rascard” adosado, construcción de madera típica franco-provenzal, ejemplo único en el Valle, una “grange” y un “grenier”, construidos entre 1462 y 1700, restaurados y valorizados con una preparación muy original, son hoy testigos de un pasado que se arriesga a ser olvidado.
La visita comienza en la planta baja del rascard, con la exposición permanente “El laberinto de la memoria”, que cuenta la verdadera historia del hombre, el origen, la evolución de la aldea, la vida y la organización social de los habitantes de este pequeño mundo antiguo.
Los textos, una síntesis de la investigación histórica, comprensibles incluso para los más pequeños, están valorizados por los dibujos de Francesco Corni.
Visitando las colecciones en los numerosos “tsé” y “tzambron” (locales interiores), uno se puede sumergir en la vida de los habitantes del lugar, vida dura, escandida por el ritmo lento del trabajo en los campos. El silencio estimula los recuerdos y la fantasía: se pueden imaginar “sonidos antiguos de la aldea”, el perfume del heno y del trigo, el olor de los animales, y la plazita del museo, que cada día en los meses de verano se anima con los visitantes, favorece las charlas típicas de la aldea de montaña. Es así como el museo se transforma y de lugar de la memoria pasa a ser un lugar lleno de vitalidad y relatos.
El recorrido se completa con la visita al molino, que se encuentra a poca distancia, sobre el torrente Petit Monde.
Cómo llégar
Para apreciar el lugar, el museo y la naturaleza que lo rodea, se aconseja llegar hasta el museo a pie, por un bonito paseo al alcance de todos, que permite de admirar el espléndido panorama sobre Torgon, el Valtournenche y el Cervino.
También se puede llegar al museo en coche, por la misma carretera, estrecha y asfaltada, utilizada por muchos peatones (unos 1,8 km).
El primer documento histórico que menciona la parroquia de Verrayes es una bula del papa Lucio III del 7 de mayo de 1187, donde se listan las parroquias dependientes de la colegiata de Sant’Orso en Aosta.
La iglesia actual de Verrayes fue construida a finales del siglo XIX. En las paredes del campanario se ven rastros de la antigua iglesia. Era un edificio muy bajo de tres naves divididas por grandes pilares de mampostería. La nave principal estaba cubierta de bóvedas de crucería divididas por nervaduras salientes. Esta iglesia fue demolida en 1873 y sustituida por la iglesia actual, cuyo proyecto es del arquitecto Lancia. El edificio estuvo terminado en 1877. Fue consagrado por Monseñor Duc el 11 de noviembre de 1887.