Emarèse
Conocido ya a mediados del s.XVIII por sus minas de oro y de amianto, aunque de vocación fundamentalmente agrícola, se trata de un pueblo pequeño, a 1040 metros de altitud, recostado sobre la amplia cuenca que se cierne sobre Saint-Vincent, soleada y resguardada del viento.
Es el objetivo perfectos para aquellos turistas que busquen la paz y la tranquilidad, alejados de las localidades más visitadas.
Su territorio ampliamente soleado es un auténtico balcón con vistas panorámicas desde el que se pueden admirar las magníficas cimas de la Becca di Viou y del Mon Torché, la imponente cadena montañosa que se extiende desde Ruèse des Bancs hasta Emilius y Rutor para finalizar con la majestuosa visión del Mont Blanc, mientras, hacia abajo, la mirada se posa sobre los pueblos del valle central y el dibujo serpenteante del Dora Baltea.
Desde aquí se llega con rapidez a la Colina Tzecore, que nos lleva hasta Challand-Saint-Anselme. También es posible llegar a la colina di Joux, a 1640 metros, desde la que se disfruta de una espléndida panorámica sobre el valle, con unas hermosas vistas sobre las cimas, hasta llegar al Mont Blanc. Una vez que se haya sobrepasado la colina se puede continuar por la calle que desciende hacia el Valle de Ayas.
En la colina de Joux pueden utilizarse algunas de las instalaciones de subida que permiten practicar el esquí alpino durante el invierno, con algunas pistas de gran dificultad, y una pista sencilla de fondo.
En Emarèse la naturaleza ha querido dar lo mejor de sí, creando ángulos y rincones especialmente atractivos: desde el lago fantasma que, según la leyenda, aparece únicamente para anunciar un periodo favorable, a la cueva que está siempre revestida de hielo, donde antaño se conservaba el pan.