La “tseallii” era la ceremonia con la que antiguamente se solían acompañar las segundas nupcias de un viudo o una viuda: los jóvenes del pueblo y de las localidades vecinas se reunían junto a la casa del interesado y con cacerolas, latas, cuernos musicales y cascabeles comenzaban una enfurecida serenata, de duración indeterminada, incluso de días enteros… hasta que el malaventurado, para hacer callar la música, no se decidiera a pagar la bebida para todos.
Un viudo de Courmayeur, sin embargo, encontró una manera más económica de librarse de los músicos. En tiempos del rey Carlo Alberto fue tamborilero mayor y todavía conservaba su viejo instrumento colgado de la pared. Lo cogió, se lo colocó en bandolera y, con el vigor de un veinteañero, salió hasta el umbral, golpeando el tambor: el redoble acompasado pronto cubrió cualquier otro sonido. Uno a uno, los “músicos” dejaron de tocar, dispersándose silenciosamente.
Fragmento de: “Il fiore del leggendario valdostano” (La flor del legendario valdostano) de Tersilla Gatto Chanu, Edizioni Emme, Turín