Cerca de Challand-Saint-Anselme, no lejos de las casas de Orbeillaz, allí donde el torrente de Arlaz, atravesando el bosque, se precipita en una espectacular cascada, un fabuloso tesoro yace bajo una roca de color oscuro. Bajo la piedra se perfila claramente el encuadre de la puerta de entrada de la cueva, que todos los años se entreabre a medianoche en Nochebuena. Para custodiar las riquezas sepultadas, Cornetta dispuso un becerro, que noche y día vigila tendido sobre el cofre del tesoro. En el mágico momento en que la puerta del escondrijo se abre de par en par, el animal infernal se duerme. El problema, para quien ose entrar en busca del oro, es el siguiente: es imprescindible abrir el cofre sin despertar al guardián que duerme encima para no acabar en cuerpo y alma en el infierno.