Los molinos de La Magdeleine conservan todavía hoy una gran fascinación que hace evocar los tiempos pasados, en los que el molino era el centro de la civilización campesina.
En las pedanías de Brengon, Clou y Messelod, alineados junto a un pequeño curso de agua que recoge las aguas de varios manantiales situados bajo las pendientes del Monte Tantané, se encuentran nada menos que ocho molinos de los cuales han sido remodelados siete; tres de ellos, después de muchos años, todavía son capaces de moler los cereales, cultivados en las soleadas pendientes de las formaciones que rodean el pueblo.
Los orígenes de estas construcciones se pierden en los siglos, pero cuentan con una cierta antigüedad, al igual que los primeros asentamientos humanos en la ubicación actual del municipio de La Magdeleine.
La importancia de los molinos en la economía rural de aquel tiempo se ve ratificada también por el hecho de que muy a menudo, junto con la propiedad de un campo o de una porción de terreno, se transfería también el derecho a utilizar un determinado molino durante un período de tiempo.
La singularidad de los molinos consiste también en el hecho de que están distribuidos “en cadena”, con el fin de aprovechar al máximo la poca agua disponible; esto, obviamente, condicionó también la “tecnología” utilizada: se trata de molinos de rueda hidráulica horizontal, con toma directa desde las muelas, esto es, sin utilizar engranajes o mecanismos.
Además, con el fin de utilizar el agua de la forma más racional posible, era imprescindible que la actividad se realizase casi al mismo tiempo en los ocho molinos: con este método, el resultado era que la capacidad de trabajo del agua prácticamente se multiplicaba por ocho. Así, se establecieron reglamentos muy precisos de uso de los molinos que regulaban tanto las modalidades y tiempos de funcionamiento como los derechos de uso de cada participante o propietario.
Según la costumbre, también los molinos de La Magdeleine tenían nombres derivados de su localización, de sus propietarios o de la familia que los había construido. Los nombres de los molinos, que han podido ser recuperados gracias a los recuerdos de los ancianos del pueblo, son los siguientes (desde el molino más alto): moulin hatu, moulin d’Arfonse, moulin di Tonne, moulin di Chioset, moulin de la Place, moulin di Mule y moulin di Messelou.

Durante el verano están abiertos los primeros tres molinos para descubrir con visitas gratuitas. Para grupos y grupos escolares es posible organizar visitas guiadas, contactar con los guías turísticos calificados del Valle de Aosta incluidos en las "listas regionales" .