En el lugar en que hoy se extiende el glaciar del Miage, al principio de los tiempos, unas encantadoras hadas pastaban con su rebaño de gamuzas por las floridas orillas del lago.
Los demonios, escondidos en las crestas más impracticables del Mont Blanc, las descubrieron y les hicieron promesas de amor. Las recatadas pastorcillas escaparon horrorizadas, así que los espíritus malignos, molestos, desahogaron su ira sacudiendo las montañas circundantes para llenar la cuenca de rocas.
Todavía no contentos, empujaron el glaciar hacia adelante, cubriendo los verdes pastos con una gélida capa.

Fragmento de: “Il fiore del leggendario valdostano” (La flor del legendario valdostano) de Tersilla Gatto Chanu, Edizioni Emme, Turín