Corría el invierno del 1782. Una tarde, mientras la nieve caía, un fuerte montañero de Champoluc, Matteo Brunod, conocido como “lo rey” (“el rey”) por su fuerza hercúlea, se puso en camino hacia Saint-Jacques: avanzaba a duras penas por la espesa capa de nieve, cuando de repente se le presentó ante sus ojos un enorme oso, que de un salto se le echó encima y, apoyando sus largas patas anteriores sobre los hombros del montañero, abrió sus fauces para devorarlo. El montañero, sin embargo, no perdió su sangre fría: echó la cabeza hacia atrás para evitar el mordisco de la bestia y con sus manos se agarró a la garganta del oso y la apretó con fuerza, hasta que cayó abatido al suelo. La prontitud de “lo rey” fue el argumento de todas las conversaciones y toda la población fue a ver el monstruo que había puesto a dura prueba la habilidad y la fuerza del Brunod. Como trofeo de la victoria, clavó en la puerta de su rascard las dos patas del oso. En la actualidad, todavía es posible ver una de las dos patas, clavada bajo el balcón de la “Maison Fournier” de Antagnod, donde ahora se encuentra la tienda “L’Artisanà” (Instituto Valdostano de Artesanía Típica).