No lejos del Castillo de Arnad, en las proximidades del santuario de Machaby, se abría una caverna, donde una bruja víbora y un diablo con siete cabezas tenían encerradas a las víctimas destinadas al aquelarre. La última, una niña capturada por la bruja mientras cortaba la hierba cerca de la iglesia, se encontró en el antro con algunos desgraciados a los que el miedo parecía haber vuelto incapaces de pensar y actuar. Con gesto sereno, la jovencita los exhortó a recomendarse a Nuestra Señora de Machaby, uniéndose a sus plegarias. Respondiendo a su llamada, la Virgen de las Nieves se apareció sonriente a los prisioneros y les señaló al fondo de la cueva un lugar por el que, a través de una rendija, penetraba un hilo de luz. La piedra se resquebrajaba fácilmente y los reclusos, tras retirar algunos peñascos, se encontraron milagrosamente a salvo.