Cogne (Lillaz) - Santuario de San Besso

Cuenta la leyenda que San Beso fue un soldado romano de la legión tebana siguiendo al emperador Maximiano (siglo III d.C.), quien los llamó a custodiar la vertiente norte del Gran San Bernardo para domar a las poblaciones celtas locales rebeldes. Sin embargo, como estos orgullosos soldados no aceptaron venerar la efigie del emperador como si fuera un dios al profesar su profunda fe cristiana, fueron progresivamente condenados y perseguidos. Los supervivientes se dispersaron por varios valles alpinos, especialmente en el Piamonte. San Besso y algunos de sus compañeros lograron escapar de la masacre que tuvo lugar en el Valais y, habiéndose separado, se refugiaron en las montañas de Valle Soana, donde iniciaron una labor de evangelización de los pastores "salassi" locales.
Pero los soldados del Emperador lograron encontrarlo y lo mataron bárbaramente, arrojándolo desde lo alto del acantilado de Monte Fantono. Se dice que el santo, al caer, dejó impresa la imagen de su cuerpo en la roca de abajo.
Hoy, en ese lugar, a 2.019 m sobre el nivel del mar, hay un santuario construido cerca de ese acantilado y en el interior de la iglesia se puede ver la roca en la que fue martirizado San Besso.
El recorrido es difícil y exigente y, cuando la procesión llega a la altura del gran símbolo de piedra del santo, los fieles giran alrededor de él antes de entrar en la pequeña iglesia; durante el ritual los fieles llevan a cabo prácticas y ritos misteriosos, basados ​​en la creencia de que el contacto con la piedra aporta fertilidad, repitiendo más o menos conscientemente antiguas prácticas rituales que se remontan a tiempos preprotohistóricos. Es costumbre, por ejemplo, romper pequeños trozos de roca para llevárselos piadosamente a casa. Es una tradición profundamente sentida que merece ser experimentada.
La fiesta de San Besso es el 10 de agosto, cuando cientos de personas suben desde el valle y la llanura del Canavese para llegar al santuario. Pero el grupo que merece más elogios es el de los fieles de Cogne, encabezados por el párroco y los "reclutas", con el inconfundible pañuelo al cuello, que suben desde el valle de Cogne, superando la difícil puerto de l'Arietta (2939 m). a la devoción y en memoria de un vínculo ancestral que une a los pueblos de los dos valles. Según la tradición, no es de extrañar que los primeros habitantes de Cogne procedieran del Val Soana.